El Gran Rey de Babilonia

Nabucodonosor II


Nabucodonosor II (c. 630-562 a. C.) es probablemente el gobernante más conocido de la dinastía caldea de Babilonia. Reinó entre el 605 a. C. y el 562 a. C.

Es famoso por la conquista de Judá y Jerusalén, y por su monumental actividad constructora en Babilonia, como los famosos Jardines colgantes de Babilonia. Es tradicionalmente llamado "Nabucodonosor el Grande", pero la destrucción del Templo de Jerusalén y la conquista de Judá le causó una imagen malévola en las tradiciones judías y en la Biblia, al contrario de lo que sucede en el Irak contemporáneo, donde es glorificado como un líder histórico.

Nabucodonosor fue el hijo mayor y sucesor de Nabopolasar, quien liberó Babilonia de la dependencia de Asiria y dejó a Nínive en ruinas. Según Beroso, contrajo matrimonio con la hija de Ciáxares, por lo que las dinastías de los Medos y Babilonios se unieron.

Neko II, rey de Egipto, obtuvo una victoria ante los Asirios en Megido. Esto aseguró a Egipto la posesión de provincias Fenicias del imperio asirio, incluyendo parte de Palestina. Las provincias restantes fueron divididas entre Babilonia y Media. Nabopolasar estaba decidido en reconquistar de Necao las provincias del oeste de Siria, y para este fin mandó a su hijo junto a un poderoso ejército en dirección al oeste. En la Batalla de Karkemish en el año 605 a. C., el ejército egipcio fue derrotado y Siria y Fenicia cayeron bajo el dominio de Babilonia. Nabopolasar murió el 15 de agosto del 605 a. C. y Nabucodonosor regresó a Babilonia para ascender al trono.

Después de vencer a los Cimerios y Escitas, todas las expediciones de Nabucodonosor estuvieron dirigidas hacia el oeste, aunque un poderoso vecino, los medos, estaba ubicado en el norte; la causa de esto fue el matrimonio con Amuhia, hija del rey de los medos, que aseguró paz entre los dos imperios.

Nabucodonosor llevó a cabo varias campañas sobre Siria y Judá. Un intento de invasión a Egipto en 601 a. C. tuvo algunos contratiempos, causados por diversas rebeliones en el área del Levante, incluyendo Judá. Nabucodonosor terminó con las rebeliones, capturando Jerusalén el 587 a. C., y llevando al rey Jeconías a Babilonia. Cuando el faraón Apries intentó nuevamente una invasión a Palestina, el 589 a. C., Judá y otros estados de la región se rebelaron. Un segundo asedio de Jerusalén ocurrió en 587/586 a. C., finalizando con la destrucción del templo y la ciudad, y la deportación de muchos ciudadanos a Babilonia. Estos hechos se describen en los libros bíblicos de Reyes, Jeremías y Crónicas. Después de la destrucción de Jerusalén, Nabucodonosor sostuvo un asedio sobre Tiro (585-572 a. C.), que terminó con un compromiso, donde la ciudad aceptaba la autoridad de Babilonia.

Completando la subyugación de Fenicia, y luego de atormentar Egipto, Nabucodonosor se dedicó a adornar la ciudad de Babilonia, construir canales, acueductos y reservas.

Tomando en cuenta sus inscripciones y el número de templos construidos o restaurados por él, se puede decir que fue un hombre muy devoto. Lo que se sabe de su historia lo muestra con una disposición humana, en llamativo contraste con la demostración de crueldad gratuita de la mayoría de los soberanos asirios. Fue debido a esta moderación que Jerusalén fue perdonada repetidas veces, y finalmente destruida sólo cuando esto fue una necesidad política; los príncipes rebeldes obtuvieron perdón, y el mismo Sedequias, que por su desagrado contra el rey babilónico le era particularmente odioso, si se hubiese comportado con menos terquedad, hubiera recibido mayor indulgencia (Jeremías 38:17, 18); Nabucodonosor mostró mucha consideración a Jeremías, dejándolo libre de acompañar a los exiliados a Babilonia o de permanecer en Jerusalén, y nombrando a uno de los amigos del profeta, Godolías, como gobernador de Jerusalén; concedió también tal parte de libertad a los exiliados judíos que algunos ascendieron a una posición de prominencia en la Corte y Baruc pensó que era un deber exhortar a sus compañeros para que tuvieran el bienestar de Babilonia en el corazón y para que oraran por su rey. La tradición babilónica cuenta que al final de su vida, Nabucodonosor, inspirado desde las alturas, profetizó la ruina inminente del imperio Caldea.

Nabucodonosor murió en Babilonia entre el segundo y sexto mes del año 43 de su reinado.


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